Antonio H. Vargas
Por lo mismo por lo que respiro: es parte de la vida
Carlton Reid
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En esta columna hablaré de bicicletas y gran parte de los eventos que las rodean; es decir, la bici y los temas que le rodean serán protagonistas de mis reflexiones: lo económico, lo político, lo social; cultural, filosófico, poético, etcétera.
Quiero, en este texto inaugural, hacer una apología del porqué yo uso la bicicleta. Muchas cosas se pueden decir, que sí es buena, tal vez mala, útil o sólo entorpece el tráfico de ciudades grandes.
Comencemos con la definición según la RAE (Real Academia de la Lengua Española): 1. f. “Vehículo de dos ruedas, normalmente de igual tamaño, cuyos pedales transmiten el movimiento a la rueda trasera por medio de un plato, un piñón y una cadena”. Esta definición, por simple, nos lleva a experimentar un sinfín de sensaciones, en mi caso positivas, ya que cuando monto en bici esto me hace el ser más dichoso.
Pero, para darme algunas otras ideas e involucrar más subjetividades en este texto, hice un ejercicio con compañeros que comparten mi interés por la bici, pidiéndoles que en una o dos palabras describieran sus motivos para usarla. Unos proporcionaron palabras claves para re-pensarla; otros quisieron pensar en vez de sentir y me enviaron una explicación, lo cual fue perfecto, aunque no acataron la instrucción; otros, simplemente, me ignoraron.
Esto sirvió para una especie de pequeño censo, y llegar a ciertas conclusiones que se irán desarrollando a lo largo de las diferentes columnas.
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La palabra más utilizada en sus respuestas fue “libertad”. Ahí tengo un poco de conflicto, ya que la libertad tiene muchos significados: desde aparecer como postulado de la Revolución Francesa y, en cierto momento, servir de arma para aquellos que pensaban en contra del imperio; hasta alcanzar distintos actos de la vida cotidiana, de los más minúsculos a los más preeminentes.
Otras palabras impactantes fueron el desnudo “nomas”, sustantivo sin más explicación, para dar cuenta del hacer las cosas por hacerlas; o el por “ecología” y por “salud”, como cuidado del micro y del macrocosmos.
En mis años conscientes de montar bici, me he dado cuenta de que esa acción involucra convivencia: ser/estar con el otro y empatía por el otro. Si esta empatía es acompañada de unas cervezas, mejor. Sin embargo, también involucra soledad.
Ir en bici es encontrarse solo y comenzar a pedalear (re-evolución), eres tú frente al mundo. En soledad, te enfrentas a tus pensamientos, a tus problemas y demonios, escuchando tu verdadera voz; de alguna forma, intentas resolver tus conflictos mientras avanzas con el viento en el rostro.
Y esta doble vocación de la bicicleta no es algo nuevo del todo.
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En 1965, un grupo de jóvenes de Ámsterdam, autodenominado “Los provos” (provocación), inició un movimiento contracultural que criticaba las estructuras sociales y políticas de su país: se manifestaban, entre otras cosas, por el exceso de automóviles.
Crearon así la “bici blanca”, que consiste en pintar bicis de blanco y dejarlas en distintas partes de la ciudad para uso público, con la consigna de devolverlas. Como es bien sabido, la autoridad reprimió el movimiento, pero quedaron el hecho y un manifiesto, del cual quiero compartir un pequeño pasaje:
“Cada día, un sacrificio humano es ofrecido a la nueva autoridad (dios) de la que la burguesía está a merced: La AutoAutoridad. El asfixiante monóxido de carbono es su incienso, que envenena miles de calles y sus canales. El ‘Plan de la Bicicleta Blanca’ ofrece librarse del monstruo del automóvil.
”PROVO introduce la bicicleta blanca para dominio de todos. La primera bici será lanzada ante público y prensa el miércoles 28 de julio a las 3 pm junto a la estatua Het Lieverdje en la plaza Spui. La bicicleta blanca nunca se asegurará con candado, es el primer método libre de transporte colectivo…
”La bicicleta blanca simboliza la simplicidad y limpieza, en contraste con la vulgaridad y suciedad del autoritario automóvil. Al fin y al cabo, la bicicleta es algo, pero todavía casi nada” (https://ciclosfera.com/a/provo-anarquia-bicicletas-blancas).
Como podemos observar, hay una innegable actualidad y una preocupación latente por el excesivo uso del automóvil. Convivir entre ciudadanos, habitar la ciudad de forma sana, hacer del espacio un lugar propio, porque el ser humano habita para convivir.
Desde esta perspectiva, andar en bici es poético. Heidegger dice que “la poesía es la instauración del ser con la palabra”, pero no sólo con la palabra escrita o hablada sino con el acto mismo, ser verbo, acción, dinamismo; eso se encuentra en la bicicleta: poesía en movimiento, poesía de la soledad, poesía de la convivencia en un espacio para todos
Sean pues bienvenidos aquellos amantes y no tan amantes de las baicas; este diálogo está abierto para apropiarnos de la ciudad, para estar en ella y usar de forma consciente y frecuente la bicicleta.