Juan Cabrera
El culto guadalupano se había ya extendido rápidamente en la Nueva España del siglo XVII, y en la ciudad de Valladolid no fue la excepción; ya había altares en todas partes para la Virgen morena, incluso en la misma catedral. Así este edificio, construido desde principios del siglo XVIII por la Iglesia secular, y financiado por el obispo Legaspi y Velasco, sin que se sepa quién fue el arquitecto constructor, lo terminaron en 1716, faltando la cúpula y la torre. Fue hasta 1748 cuando el obispo Martín de Elizacoechea, dona el templo y apoya a la construcción de un convento, a la primera orden franciscana de San Diego (Dieguinos), quienes desde ese entonces administran el templo que también es conocido localmente como “templo de San Diego”. Los frailes terminaron la torre y cúpula en la segunda mitad del siglo XVIII; esta última dirigida por Diego Duran, con tambor ochavado por el exterior, en un barroco sobrio y discreto.
La planta es de Cruz latina con brazos cortos, cuya relación de altura de los muros sobre el ancho de la nave es de 1. 1/4; el ancho interior de la nave es de 10 varas castellanas; la relación del ancho de los muros sobre el ancho de la nave es solo de 1/5, y la estribación total de contrafuertes + muros llega casi al tercio. En la investigación realizada por el que escribe, en el 2007, encontré más cercana su proporción estructural a lo recomendado por Fray Lorenzo de San Nicolás, que por los tratadistas del siglo XVIII.
A mediados del siglo XIX, Epitacio Huerta les confiscó el convento a los Dieguinos, hoy Facultad de Derecho, pero siguieron con el templo, y para 1907 contratan a Joaquín Horta Menchaca, quien había decorado el interior del templo parroquial de Tlalpujahua, e inició una hermosa y singular decoración de este Santuario, intervención que con los criterios actuales no se hubiera permitido, en donde tuvo la habilidad de lograr un conjunto de abundante y rica decoración, pues cubrió los paramentos con flores de barro moldeado, cocido y policromado , llenándolo todo, pero respetando y acentuando las líneas de los arcos , pilastras y quiebres de las bóvedas, enfatizando la estructura, de manera que el resultado fue de rica armonía visual y gusto de la gente; a decir de Manuel González Galván: “ecléctica fusión del gusto barroco, que constituye el último gran ejemplo de ornamentación fitomorfa que se ha hecho en el país“. Así pues, muchos morelianos han gustado de casarse en esta iglesia, cuya belleza es una regia ofrenda ornamental a la Virgen Guadalupana, reina de Mexico y también de América.