Juan Cabrera
Prosiguiendo el relato de la tercera parte anterior, una vez fallecido su arquitecto Vicenzo Baroccio de la Escayola en 1692, fue nombrado Juan de Silva y Matías de Santiago para continuar las bóvedas que faltaban, la cúpula, fachadas y torres.
Recordemos que el proyecto de la cúpula había quedado pendiente de aprobación desde que se inició la iglesia pues en ese entonces algunos peritos cuestionaron el proyecto de Baroccio; Para tal efecto acuden Silva y Santiago a la Ciudad de México en abril de 1701 a presentar el dicho proyecto donde los peritos de México, les sugerían que para bajarle peso , aligeraran la cúpula con piedra de tezontle cómo usaban hacerlo en esa ciudad, (argamasa vertida de cal y piedra volcánica porosa, así como también al tambor relleno con esa misma fórmula), ya que con la de Puebla habían tenido problemas; pero finalmente resolvieron que se prosiguiera como había llevado las bóvedas Baroccio, de piedra de cantería labrada, y así lo escribieron en el acta de 1703: “en ese caso en buena razón de arte y hallándonos sobre los buenos fundamentos en que se halla la fábrica de dicha santa iglesia, en un suelo tan firme como el que goza y lo dispuesto tan científicamente por el maestro Vicenzo Baroccio, alias -el Romano-, quien fue autor de ella y la monteó..”. (< Cabrera J. “Templos novohispanos ..,).
Así, la obra la continuaron Juan de Silva, Matías de Santiago y al parecer también Juan de Santiago; luego muere Juan de Silva en 1709 y la prosigue Lucas Duran; finalmente tocó a José de Medina concluir las torres, las cuales terminó en 1742. La iglesia ya había entrado al culto, aún en obra, desde 1705, y finalmente fue dedicada hasta 1745.
En 1766, un rayo derribó parte del último cuerpo de una de las torres (fue reparada por el maestro Francisco Gudiño), y tal vez por eso una cruz de sus remates es de piedra y la otra de hierro. Las torres tienen 16 esculturas exteriores cada una, (4 por lado), que suman 32; fueron identificadas la mayor parte por Manuel González Galván, a finales del siglo XX, donde se contienen desde arcángeles, apóstoles, doctores de la iglesia, patriarcas y santos de la época, guardando un acomodo de “ barroco didáctico “ como él se expresaba, y en “una lógica iconogética”.
En la fachada barroca tablereada en tres cuerpos con puertas a cada nave, se contienen en la parte central los relieves en cantería de la Transfiguración del Señor, como patronazgo de la iglesia; los cuatro evangelistas, San Pedro y San Pablo en los nichos a los lados de la puerta principal; arriba San Miguel y San Juan Bautista, Santa Bárbara y Santa Rosa de Lima. En los cuerpos laterales los relieves esculpidos de la Adoración de los reyes y la Adoración de los pastores. (en el hemafronte superior se encontraban relieves de escudos españoles que fueron sustituidos por el escudo nacional, tras el decreto de 1926 de abolición de los escudos nobiliarios. La portada oriente muestra el relieve de la Santísima Virgen de Guadalupe (“barroco nacionalista” de la fe del pueblo, a decir de Manuel González Galván, un caso único en las fachadas catedralicias virreinales), y en la portada poniente luce el relieve del Santo Señor San José, patrono de la Iglesia universal.
En el inter se disponen crujías anexas como la capilla del Sagrario, (usual en catedrales novohispanas, donde a su vez sería sede parroquial, con cierta independencia del cabildo); en su contraparte, una capilla denominada “Capilla de Porta Coeli“ o Puerta del Cielo; sala capitular y sacristía con sus anexos, a los cuales se agregaron posteriormente las oficinas de la sede episcopal. Una capilla de ánimas y El Bautisterio.
Como parte formal de la función litúrgica anterior, en las iglesias catedralicias se encontraba el coro de canónigos casi a la entrada, con su altar al Señor del Perdón; en el coro alto el órgano monumental y abajo la pasarela con barandilla que comunicaba al coro de los canónigos con el presbiterio. En el ábside de una de las naves colaterales, la preciosa imagen del Señor Crucificado (Señor de la Sacristía), de gran adoración en la ciudad, (que todos le hacemos visita). En el lecho alto de las puertas laterales, se disponen dos lienzos de pintura de gran formato, una con la representación del martirio y crucifixión de San Pedro, y del otro lado la pintura de la conversión de San Pablo.
Hoy la sillería del coro se encuentra en el ábside, bajo la pintura mural de la Transfiguración. La mesa del altar mayor sobre elevado de nivel de piso en el presbiterio, donde se contiene un ciprés neoclásico de principios del siglo XX, (hubo al menos dos antes, barrocos), que en su interior se encuentra el Manifestador del Santísimo Sacramento, (torreon de plata con doce estatuas de apóstoles, tres Ángeles sentados, y la imagen del Salvador sobredorada con los evangelistas); que mide 3.25m de altura y fue construida en la segunda mitad del Siglo XVIII.
El manifestador es una custodia monumental, en donde se manifiesta Dios Sacramentado, (el más sublime manjar regalado al mundo terrenal). Es nuestra iglesia catedral un edificio que sin duda nos identifica y enorgullece donde arquitectos constructores, canteros, albañiles y demás operarios forjaron una cultura constructiva en la ciudad, y dejaron buena parte de su vida en esta edificación de culto a Jesucristo.