Por: Javier Ramírez Mancera
Buenos días a todos, para mí es una gran alegría y emoción estar hoy aquí, en este merecido homenaje para Esperanza, y en este espectacular recinto que sirve de marco para este homenaje. Por ello, quiero empezar agradeciendo a las autoridades del Palacio Clavijero, en especial a su directora la maestra Sandra Aguilera Anaya por facilitar este espacio y ser cómplice de quienes organizaron este evento sorpresa para celebrar a una moreliana extraordinaria.
También agradezco y felicito a la Asociación Morelia Patrimonio de la Humanidad, A.C. que hoy cumple treinta años de vida. Hoy, hace 30 años, vio la luz una de las organizaciones civiles más importantes y trascendentes en el rescate, conservación y difusión del Patrimonio arquitectónico y cultural de la Ciudad de Morelia. ¡Enhorabuena!, pues son un ejemplo y un orgullo para su comunidad. Quiero agradecer especialmente a Luna Monroy que entiendo fue a quien se le ocurrió la idea de hacer este homenaje sorpresa para Esperanza y a Cony quien fue su cómplice y ayudó a organizar todo el evento.
Luna me pidió que diera unas breves palabras sobre mi tía, a esta charla le puse de título: Esperanza Ramírez Romero: la que escucha y conversa con los monumentos.
En esta plática, más que centrarme en los logros profesionales de Esperanza, pues estoy casi seguro de que todos los aquí presentes los conocemos muy bien, me atrevo a hablar sobre ciertos rasgos intelectuales de mi tía, esperando no fallar en el diagnóstico.
Esperanza estudió Historia del arte, porque para ella y la cito textualmente; “el arte es el testimonio más sublime que ha dejado el hombre en su paso por la tierra”. Lo sublime en el arte hace referencia a una belleza tal, que es imposible de asimilar, que va más allá de la propia racionalidad y nos deja perplejos, en éxtasis, nos sobrecoge.
El arte como lo sublime va más allá de la razón, trasciende la razón y se convierte en un reflejo de nuestra espiritualidad. El arte, pues, es el testimonio de la grandeza del hombre, visto desde los ojos de Pera.
Pero también, para ella es una fuente de información histórica, tal como los documentos o libros de los archivos y cito textualmente a mi tía: “hay que saber paleografiar el arte y extraer la información que nos brinda”. Las piedras hablan, nos cuentan historias, incluso nos muestran la evolución humana, pero hay que estar atentos, hay que saber escucharlas, saber dialogar con ellas, entenderlas.
En una ocasión leí un escrito de Pera que decía: “Si la obra que veo es relevante, ya no cuenta el tiempo para mí, la analizo desde todos los ángulos: de frente, de perfil, al interior…” y terminó el párrafo diciendo “Conocí la historia a través del arte”.
La arquitectura es pues, para Pera, un encuentro con el pasado. Pero la arquitectura vista como ella la ve, como un espacio total que reúne, armoniza y relaciona entre sí, dentro y fuera del edificio, diferentes disciplinas artísticas como pintura, escultura, diseño de muebles, arte popular, retablos, murales y el diseño urbano, todo visto como parte de una misma expresión.
Mi tía tiene esta capacidad de poder integrar diferentes disciplinas artísticas y poder ver el arte como un todo. Esta mirada integradora es justamente lo que le permite hacer paleografía; es decir, leer las piedras, extraer la información que hay en ellas, descubrir e interpretar el significado que pueden encerrar y a través de esta lectura recuperar la historia; ir, como ella misma diría, “tras la huella de la evolución humana”, hacer antropología.
Aquí voy a hacer otra anotación. Al Igual que en el arte, para Esperanza las ciencias no tienen fronteras. Ella no pude separar las disciplinas de manera tajante, sus libros, sus investigaciones siempre son interdisciplinarios, siempre reúne arquitectura, arte, historia, antropología… Su estructura mental tiene esta característica y capacidad de ver las cosas de manera global. Y justamente es esta mirada lo que le permite tener una lectura más compleja, más profunda, y más completa sobre su objeto de estudio.
Pero para mi tía, poder hacer esta lectura interdisciplinaria implica necesariamente conocer el patrimonio in situ. El patrimonio no se puede apreciar en un libro o a través de una fotografía. “Paleografiar” es estar cara a cara con el patrimonio, uno enfrente del otro para poder extraer la información que nos brinda, una posibilidad que no da la imagen impresa, que no da la fotografía. Por esta razón los viajes se convirtieron en una pasión para ella.
Así como los viajeros europeos del siglo XIX -pintores, científicos, naturalistas, etc.- que recorrieron México y otras partes de América con el afán de conocer otras culturas, de ampliar sus horizontes, o de tener una experiencia de lo sublime, así Pera ha recorrido gran parte del mundo, con esa curiosidad que la caracteriza, esa avidez de conocimiento, con esa capacidad de asombro y ese espíritu aventurero que la distingue y que distinguió también a los viajeros románticos del XIX.
Para viajar se prepara concienzudamente: lecturas, cursos, apuntes y visitas a personas que hayan estado en el lugar. Para ella, el mejor método para viajar es seguir la huella de la evolución humana, empezando por Lucy, en Etiopía. -Lucy, la mujer australopithecus, que caminaba erguida, mientras sus ancestros aún eran cuadrúpedos, lo cual muestra un hito en la evolución del hombre.
En el fondo, seguir la huella de la evolución humana, como ella lo ha hecho en sus viajes, es atender a una pregunta fundamental, probablemente la pregunta más profunda e importante que se ha hecho la filosofía desde hace más de 25 siglos: ¿Qué es el hombre? ¿Cuál es nuestro origen? ¿Cuál nuestra naturaleza? Pera sabe que, para intentar contestar esas preguntas, para acercarse a una respuesta, hay que ir al pasado, hay que entender cada periodo histórico y sus conexiones entre sí, pues conocer el arte, el pensamiento y otras culturas, si bien no van a dar una respuesta definitiva, le ayudan a entender el presente, entender su momento histórico y de una manera consciente, el papel que ella misma juega en este presente histórico.
Por eso, porque entiende su papel en la historia, es una ferviente defensora y una luchadora incansable del patrimonio cultural, porque con cada obra que se pierde: edificio, pintura, escultura, mural o retablo, se pierde una parte del rompecabezas de nuestra historia; la destrucción de una obra de arte es un documento menos que hace más difícil la reconstrucción de nuestro pasado y por lo tanto la comprensión del presente, la comprensión de nosotros mismos, del ser humano. No poder reconstruir el pasado es sumamente grave. Decía Hegel que “Pueblo que no conserva su historia, no conserva nada”.
Pero no solo destruimos nuestra historia al destruir el patrimonio, también destruimos nuestro espíritu, nos destruimos.
Empezamos esta plática citando una frase de mi tía: el arte es el testimonio más sublime que ha dejado el hombre en su paso por la tierra. Y dijimos que lo sublime trasciende la razón y al trascenderla se convierte en un reflejo del espíritu. Así pues, destruir el patrimonio, equivale a destruir nuestra historia, nuestra identidad y nuestro espíritu y Esperanza tiene absoluta consciencia de esto, por eso es capaz de poner en riesgo, incluso su propia vida en defensa del patrimonio y es esto precisamente lo que la hace ser extraordinaria.
Hoy estamos aquí para celebrarte y para honrarte, a ti: la que no solo sabe leer las piedras, sino que además escucha su petición de auxilio, la que, incluso, asume la maternidad de un monumento indefenso, cuando éste lo pide.
Como te dije una vez, tus éxitos profesionales no te pertenecen, porque tu labor va más allá de ti, te trasciende. Tus acciones como el rescate del Acueducto de Morelia, el nombramiento de Morelia Patrimonio de la Humanidad, el rescate del Centro Histórico de la Ciudad o tu participación en la catalogación del Patrimonio arquitectónico de La Habana en Cuba, por mencionar algunos ejemplos, son un bien para el país y para el lugar donde estés, como fue el caso de Cuba, porque como bien dijiste, la defensa del patrimonio no tiene fronteras y tú lo vas a defender en cualquier parte del mundo.
Me parece que muy pocas personas han dimensionado la labor, la colaboración y el aporte a la cultura que has dejado a México y al mundo y lo han puesto en su justa medida, en su justo valor, ésa es la tragedia de los grandes hombres y las grandes mujeres: el reconocimiento es póstumo, le pertenece al pasado mañana…, pero el tiempo, estoy seguro, te hará justicia.
Gracias, Esperanza.
Tu sobrino Javier
Maestro. Francisco Javier Ramírez Mancera
Estudió la licenciatura en Filosofía y la maestría en Filosofía Social en la Universidad La Salle. En 1993 empezó su trayectoria profesional en la Secretaría de Gobernación como analista de textos bíblicos en la Dirección de Relaciones Estado-Iglesia. En 1994 entró a trabajar a la Dirección de Difusión Cultural del Colegio de Arte y Ciencias de la Cultura de la Universidad del Claustro de Sor Juana.
A partir del año 2012 ha desarrollado proyectos integrales de Restauración del patrimonio arquitectónico y desarrollo turístico en las comunidades de Maní, Yucatán y Santa Fe de la Laguna, Michoacán.
Es autor de 23 publicaciones y coordinador de un programa editorial para niños y adolescentes.
Este texto fue leído en su totalidad el 7 de mayo, de 2021, en el Centro Cultural Clavijero, Morelia, Michoacán, durante el evento “Museo, poder y patrimonio en el siglo XXI”, por el Mtro. Javier Ramírez Mancera.