Juan Cabrera Aceves
Dedicado a Santa Catalina de Siena, las monjas catalinas, dominicas, después del deterioro de su casa y antiguo templo (hoy conocido como Las Rosas), donde esa orden había permanecido desde 1595, inician en 1722 la construcción de una nueva iglesia y convento hasta que después de 16 años de obra, se trasladan con gran júbilo de todos los vallisoletanos en solemne procesión el 3 de Mayo de 1738 a su nueva morada situada en la calle real.
Lucas Duran, maestro de arquitectura fue el constructor, quien murió en ese tiempo, prosiguiendo el alarife José González( de Queretaro), pero no duró mucho; lo sustituye Juan Duran, cantero, hijo de Lucas, con Jacinto Nava. En 1727 prosigue la obra Diego de Vargas.
La planta es de una sola nave sin crucero, aunque después le ampliaron un pseudocrucero con un solo brazo corto hacia el lado norte, y otro espacio similar frente a la entrada.
El ancho de la nave es de 10 varas castellanas; la relación del ancho de los muros sobre su altura al arranque de los arcos fajones es de 1/8; la relación del grosor de los muros con relación al ancho de la nave es de 1/6, y la estribación total (muros + contrafuertes) en relación al ancho de la nave solo llega a ser de 1/4, (menor a lo recomendado por los tratados; solo cercano a lo estipulado por el tratadista español del siglo XVIII Tomas Vicente Tosca).
[J. Cabrera, “Templos Novohispanos]. La cúpula es de tambor ochavado al exterior y circular al interior, casquete semiesférico apoyada sobre pechinas y estas sobre los arcos torales. La torre, con dos cuerpos de base y dos de campanarios, luce con medias muestras salomónicas, y remate chapitel coronado por la imagen de Santo Domingo; se ubica en el extremo sureste del templo, ya que al igual que los conventos de religiosas de la época situaban los coros altos y soto coros en la parte posterior con acceso directo al claustro sin pasar a la nave, forjando dos portadas “pareadas” para entrada lateral de la feligresía por la calle, sin tener contacto con las monjas, salvo para oírlas rezar, cantar la liturgia y alabar al Santísimo, que debió ser un deleite de elevación para los feligreses devotos.
El templo contiene en su interior una gran cantidad de imágenes, originales y contemporáneas, además de magníficas pinturas de gran formato, que describirlas valdrá la pena hacerlo en otra cápsula, y solo mencionaré que a la entrada se encuentra el altar de la hermosa Virgen del Rosario, de gran veneración (cuya fiesta es el 7 de Octubre), y actualmente se incorporó una bella pintura contemporánea del Divino Señor de la Misericordia.
Las monjas fueron exclaustradas de su convento en 1863, y al parecer al entrar el imperio de Maximiliano, las regresaron de nuevo en ese mismo año, dedicándose luego también a la enseñanza de señoritas