Instrucciones para comer un libro
Paolo Albani
Desde hace tiempo, a propósito de las varias técnicas ideadas para asimilar el contenido de un libro (comúnmente se cree que la mejor es leerlo), está tomando importancia la idea de que una de las más eficaces y prometedoras es la técnica que prescribe comérselo, el libro, cubierta y sobrecubierta incluidas. No es una idea nueva: el diplomático flamenco Ogier Ghislain de Busbecq (1522-1592) cuenta, sobre la base de noticias proporcionadas por los turcos, que los tártaros se comían los libros convencidos de absorber la sabiduría que estos contienen.
El retorno al mercado del libro de la bibliofagia (práctica que tiene orígenes lejanos, al menos desde que Dios ordenó a Ezequiel comerse –aunque quizá en sentido metafórico– un largo rollo lleno de palabras que se deshicieron como miel en la boca del profeta) ha sido saludado casi por todos con gran entusiasmo: editores, librerías, puestos de periódicos, supermercados… se regocijan viendo aumentar las ventas de libros; incluso las bibliotecas se alegran, obligadas como están por decreto ministerial a volver a adquirir el libro una vez comido por el usuario al que se lo han dado para leer en sala o en préstamo (los únicos disgustados –y es para entenderlo, pobrecitos– son los coleccionistas, que a menudo ni siquiera abren los libros, para conservarlos por más tiempo).
De cara a la amplia e incontenible difusión del fenómeno de la bibliofagia, puede ser útil la consulta de este pequeño manual de instrucciones, publicado de forma anónima por Ediciones Bartleby, que aborda el tema de cómo ingerir y disfrutar de la mejor manera la exquisitez de un libro.
- Elección del libro. Una vez identificados el género y el autor, es aconsejable dirigirse a volúmenes de tamaño medio (no más de 150-200 páginas), preferiblemente cosidos (el pegamento puede caer mal, sin contar con los que son alérgicos a esta sustancia) y que no sean de tapa dura. Naturalmente no hace falta decir que para los gourmets y los lectores voraces no se pone límite al número de páginas del libro a comer (un plato especial predilecto de este tipo de personas son las enciclopedias, los diccionarios y los atlas geográficos e históricos en escabeche). Para los que tienen problemas de digestión, se aconsejan libros especiales de artista, compuestos por hojas de papel de seda (en la línea de los elaborados por Bruno Munari).
- Primera operación. Apenas elegido el libro para comer, lo primero es deshojarlo, es decir quitarle todas las páginas, una por una, y meterlas al baño maría. Para preparar un baño maría, se introduce primero el conjunto de hojas no arrugadas en un recipiente. Después se llena de líquido, por lo común agua, otro recipiente de forma y tamaño apropiados para contener el primer recipiente de modo fácil y seguro. Se mete el primero dentro del segundo y éste sobre el fuego o directamente en el horno. Todo esto reblandece el papel, liberándolo al mismo tiempo de varias impurezas como polillas u otros insectos, polvo, manchas de grasa, etcétera. Téngase en cuenta que, si un libro tiene las hojas sin cortar, es evidente que el tiempo de cocción será más largo.
- Segunda operación. Se toman las hojas cocidas, se separan con cuidado de que no se rompan y se ponen a secar colgadas de una cuerda (mejor si es al aire libre) con pinzas de madera o de plástico (evitar, eso sí, el metal, que puede dejar sobre las hojas todavía húmedas pequeñísimos residuos no precisamente agradables al paladar).
- Tercera y última operación. Una vez secas, se cocinan las hojas del libro según la receta de preferencia. Por ejemplo, en un artículo de la revista Le Livre de 1880, Pierre Gustave Brunet recuerda cómo un escritor escandinavo, después de haber publicado en 1643 un panfleto político titulado Dania ad exteros de perfidia Suecorum, devora por castigo su texto, hervido en una olla de sopa. Las sopas, y en general las comidas de base líquida, se prestan de forma maravillosa para cocinar todo tipo de libros, en especial aquellos cuya trama, como el caldo, es alargada subrepticiamente. Un famoso chef piamontés, Alberto Vettori, ha inventado la «novela a lo Byron», inspirándose en el personaje homónimo de Las ilusiones perdidas de Honoré de Balzac, el joven hijo de un joyero, secretario del barón de Goërtz, ministro de Carlos XII, rey de Suecia («El joven secretario pasa las noches escribiendo; y como todos los que trabajan mucho, adquiere una costumbre: se pone a masticar papel […]. Nuestro buen muchacho comienza con el papel en blanco, pero se le hace rutinario y pasa a los folios escritos, que encuentra más sabrosos […]. Finalmente, el joven secretario, de un sabor a otro, termina por masticar pergaminos [la masticación lenta –también llamada slow chewing– es un factor importante para digerir bien el papel, n. de la r.] y comérselos»). La receta de la novela cocinada a lo Byron consiste en agarrar una novela (las de Moravia vienen de maravilla), hervirla bien a fuego lento en una olla estrecha y alta, añadiendo unos 3 litros de agua por cada kilo de papel y 12-15 gramos de sal, además de pimienta, apio, cebolla y clavo de olor; cuando el papel esté bien cocido (con las novelas de Moravia es fácil alcanzar en poco tiempo un estado óptimo de agotamiento), sacarlo con una espumadera, dejarlo escurrir y ponerlo sobre una tabla para cortarlo en rebanadas de 5 cm de espesor con un cuchillo de hoja afilada ylarga; colocar las rebanadas de papel en una bandeja y servir de inmediato.
- Sugerencia final. Tengan cuidado y recuerden que, así como en el campo de la micología hay algunas especies de hongos que son venenosas, en el de los libros existen ejemplares nocivos, por lo que hay que estar alerta y considerar que no todos se pueden comer; hay algunos definitivamente incomestibles, tóxicos o mortíferos, y otros que exigen un procedimiento especial para ser cocinados como es debido, no se vayan a estropear y volverse poco apetecibles. Por ejemplo, para cocinar un Perec es necesario seguir rigurosamente determinadas reglas, de lo contrario se corre el riesgo de fracasar como ocurre con la locura de hacer mayonesa. En caso de preparar un buen plato a base de páginas de Céline, conviene, antes que nada, quitar los innumerables puntos suspensivos diseminados por el texto, los cuales, igual que el ajo o el pepino, pueden resultar indigestos. Para cocinar bien el Ulisesde Joyce (aconsejo hacerlo como fricasé relleno de macedonia de palabras) hay que dejarlo manir al menos 24 horas.
INSTRUCCIONES PARA COMER UN LIBRO (Y OTROS CUENTOS)
Paolo Albani
Editorial: Silla vacía
Colección: Narrativa
Traductor: Fernando López Menéndez
Año: 2020
Formato: Rústico
Páginas: 66
Ancho: 14 cm
Alto: 21 cm
ISBN: 978-607-98916-3-3
Precio: $80 ( https://bit.ly/3xe9ii1 )