Teatro Salón Morelos, el primer inmueble de la ciudad construido con el propósito de mostrar vistas cinematográficas (en ese tiempo todavía no existía la palabra “película”). Contaba con una cabina de proyección y distintos tipos de localidades, así como con un escenario donde se alternaban presentaciones de toda clase de artistas. Sus empresarios fueron los Hermanos Alva, quienes después de exitosas temporadas en el tradicional Teatro Ocampo, concibieron la idea de crear una sala específica para proyecciones cinematográficas con los requerimientos de seguridad y operación necesarios para el espectáculo fílmico. El permiso de edificación del inmueble fue expedido el 14 de agosto de 1908 y estaría vigente hasta 1910, pero fue renovado extendiendo su duración hasta el 15 de agosto de 1916. Este salón resultó así una de las primeras salas cinematográficas permanentes en el país.
Un cronista escribió en 1910: “los Sres. Alva y comp. construyeron de madera un bonito salón en la explanada Morelos, para dar tandas de cinematógrafo, cuya localidad se inauguró el 15 de agosto de 1908 y desde entonces ha estado dando diariamente todas las noches los días de trabajo y también en las tardes desde las 4 los festivos y aún continúa en la actualidad”. El cine contaba con palcos, techumbre decorada, y departamentos de refrescos tanto en la parte superior como en la inferior. La caseta del manipulador era amplia y cómoda, además de segura, ya que contaba con mangueras contra incendios. Además, se agregó un gabinete tocador para damas provisto de todos los útiles necesarios, como excusados ingleses, y toda clase de lujos que procuraban confort al público. En el vestíbulo del salón se servían refrescos, dulces, pasteles y nieves. El establecimiento contó con la simpatía de los morelianos y durante ocho años hizo las delicias del público de la ciudad, sorteando tiempos convulsos como el estallido de la Revolución en 1910 con la consecuente llegada al poder de Francisco I. Madero en 1911 y su trágica muerte en febrero de 1913, durante los acontecimientos conocidos como la Decena Trágica. Pero después de esa fecha la suerte del inmueble cambió. El 27 de septiembre de 1914 se publicó en el semanario El Centinela una breve nota que dio a conocer el mandato del Ayuntamiento donde se especificaba la orden de derribo de dicho local de espectáculos, concediéndoles un plazo de quince días a los Sres. Alva y compañía para que cumplieran lo mandado. Los Alva recurrieron a distintas instancias para intentar evitar la demolición. Contaron con el apoyo de periodistas y damas de sociedad y uno de sus recursos fue alegar que formaban una sociedad con la importante empresa P. Aveline y A. Delalande, cuyos propietarios eran extranjeros.
Al ser ciudadanos franceses, Aveline y Delalande presentaron una reclamación diplomática por medio de la cual buscaban obtener la reparación de las órdenes dadas por el gobernador revolucionario Gertrudis Sánchez. Pero ninguno de estos recursos funcionó y el Salón Morelos fue demolido entre octubre y noviembre de 1914 por la orden del Ayuntamiento de la ciudad de Morelia. Aveline y Delalande reclamaron entonces una indemnización por perjuicios, que ascendía a 40,000 pesos.
Un par de años después, el nuevo gobernador del estado, Pascual Ortiz Díaz Rubio, ofreció que, a cambio de retirar la reclamación de los franceses, se autorizaría reconstruir el Salón Morelos en el mismo lugar y con las mismas condiciones de construcción, decorado y ornato y se permitiría, además, llevar a cabo ampliaciones, modificaciones y mejoras. A la vez, se ofrecía un permiso para el funcionamiento del cinematógrafo durante los siguientes 15 años. El gobernador firmó el documento en el que autorizaba dicha reconstrucción. Los propietarios estarían obligados a cambio a ofrecer bajo solicitud del gobierno exhibiciones gratuitas para estudiantes de las escuelas de la ciudad, así como prisioneros de las cárceles y cuarteles militares. De la misma manera se obligaba a retirar de forma inmediata la queja interpuesta por parte de la empresa cinematográfica en la Secretaría de Relaciones Exteriores. El documento fue firmado el 6 de octubre de 1917 en el Palacio de los Supremos Poderes del Estado de Michoacán por el Sr. Lic. Manuel Ibarrola en representación de José Alva y el gobernador Ortiz Rubio. Los anhelos de los empresarios no llegaron a concluirse, ya que el Congreso se declaró incompetente para conocer la aprobación del contrato a través de su agenda pública, y en la agenda privada fue desechado. Al final se dictaminó que no existía la autoridad responsable para ejecutar los reclamos, y de esta manera la historia del salón de cine en Morelia llegó a su fin. También terminó entonces la asociación de Aveline y Delalande con los Hermanos Alva. De hecho, la sociedad de los franceses se disolvió unos meses después de la demolición del Teatro Morelos, el 1 de marzo de 1915. Aveline otorgó entonces todos los poderes a su socio para liquidar la empresa, con la misión de realizar los activos y pagar los pasivos sociales. Aveline regresó a París, donde con un capital de 30.000 francos fundó en 1920 la Aveline y Cie., otra empresa dedicada al cinematógrafo. Delalande continúo con sus negocios en París y la ciudad de México.
Fuente: Tania Celina Ruiz Ojeda
Tomado del portal de Facebook de Javier Magdaleno