Por: Abdías Martínez
Fueron las jacarandas
y la nostalgia de las calles por libar,
la rosa de los vientos con agujas
de pátina incertidumbre,
los cuatro cielos divididos
o sus calles que ven crecer los pasos
hasta que están maduros.
Fueron el agua estancada de las fuentes,
sus ondas poéticas a topar con la cantera,
el ritmo y el misterio de una pila de patos
o las farolas, nidos de luz y golondrinas;
fueron los pies de los poetas
dejando vacías de historias las bancas,
las plazas, las rosas, las esquinas
o, tal vez, fueron los bolsillos llenos de miradas,
una bandada de espejismos buscando cornisas,
el desleír del romance desde los tejados;
la lluvia o el clima de los abrazos,
el pulso de las flores de mayo a mayo,
el petricor azul y tu ritual de muerte,
la vida extendiéndose desde las manos,
el olor de la poesía como bosque.
Fueron los dientes de león despertados por soplos ardientes
o el colibrí siendo follaje en un claro de luz;
fue tu retrato el sabor para aquietar el alma,
el lenguaje de tus piedras para hilvanar mis versos,
fue el sueño de una buganvilia que se cree paloma
o tu callejón entraña un puente para perderme
y encontrarme en ti, Morelia.
Abdías Martínez
Soy el venado negro de la familia, los miedos de mi madre y las alas e impulso de mi padre. Soy “Poeta en su tinta”, Sanctasanctórum, 14, Secreter, mar y entraña púrpura, Poemas para dormir árboles, jueves, Komorebi de fondo, una lágrima creciente que no encuentra soporte en el infinito; desde diciembre del 2008: Nardos y cardos, dos gatos infinitos, Casa boreal verde, ronroneo azul, “Undívago”. También digo cosas a veces y a versos, pero eso no importa.