Raúl López Téllez
Morelia llega bajo “la picota” a su 481 Aniversario, con la amenaza que la acecha desde los últimos años, el desmantelamiento de su riqueza patrimonial e histórica definida en 219 manzanas incluidas en su Zona de Monumentos Históricos, cada vez más depredada por intereses mercantilistas y turísticos y sometida a malas obras que ya provocan inundaciones en el primer cuadro.
De seguir la tendencia, considera el historiador Ramón Sánchez Reyna, la antigua Valladolid verá esfumarse su legado como ya lo hicieron otras ciudades del interior del estado donde “la modernidad del concreto se les pasa de la raya a los constructores”: Pátzcuaro, con la pérdida de construcciones de adobe, madera y teja; Uruapan, de la que queda “media ciudad”; Zacapu; Zamora y Apatzingán, con patrimonios deteriorados y solamente Santa Clara del Cobre se encuentra a su juicio, “bien conservada, quizá por la fama de la artesanía que ahí se trabaja”.
Destaca que más que el reconocimiento otorgado por la UNESCO a Morelia como Patrimonio de la Humanidad, se debe poner atención al decreto que establece la Zona de Monumentos Históricos, establecida aún antes de aquella declaratoria y publicada en diciembre de 1990 y en la que, originalmente el Instituto Nacional de Antropología e Historia (INAH), trae a la memoria, “sólo quería que se decretaran las cuatro manzanas a la redonda de la Catedral, lo más monumental” con ese carácter.
La insistencia de morelianos, obligó a un cambio en la percepción oficial. Uno de estos morelianos, señala, fue Manuel González Galván, para quien “la ciudad habla por sí misma; la zona antigua está bien marcada y ese es el bien que hay que proteger”, diría el estudioso y constructor de varios edificios emblemáticos de la capital estatal.
“Morelia sigue con pérdida importante de sus monumentos. No hay fin de semana, a partir de las cinco, seis de la tarde, los días viernes, en que empieza la picota. Ve uno camiones de volteo estacionados en las banquetas y comienzan a sacar escombros de casas grandes, medianas, pequeñas, porque debemos darle la misma importancia a todo bien, sea una casita de puerta o ventana, que está en los suburbios de esta zona de monumentos”.
Adiós a la vivienda y la disputa por los espacios
“De una manera acelerada se está perdiendo el carácter habitacional de la ciudad”, señala el historiador al cuestionarle sobre los factores que lesionan al patrimonio. El Centro Histórico “se va convirtiendo en zona comercial, abundan los lugares de comida y bebida, restaurantes, antros como se les llama hoy al por mayor”, destaca para Cantera el académico de la Universidad Michoacana de San Nicolás de Hidalgo (UMSNH).
Algunos habitantes, señala, “establecen sus propios negocios”, para lo cual se modifican los inmuebles –“no es fácil readecuar una casa habitación para el comercio restaurantero, que implica muchas adecuaciones”-; otras veces se vende la propiedad “y el comprador no tiene interés en la casa habitación sino en el giro comercial”, además de lo costoso de su mantenimiento y restauración.
Añade los requisitos que tanto el INAH como el Ayuntamiento propician, respecto a la declaratoria de daño al inmueble, que implican una alta inversión para establecer con especialistas el estado que se reporta en la edificación.
Estos elementos, indica, generan la violación de las normas, ya que se evade el tener una reglamentación y señal de este fenómeno son estas labores “de picota… cuando el INAH ya cerró sus oficinas a las tres de la tarde, entonces comienza la destrucción sábado o domingo”.
Morelia es hermosa, define, “pero tenemos un caso muy claro, Las Rosas, como no quedó ya ni una sola casa habitación; ese frente de manzana, que era una calle transitable, que permitía a los comerciantes estacionar su auto y cuando se establece el primer café, comienzan a tener dificultades, porque ellos tenían derecho al espacio cuando ponen la primera cafetería al arroyo de calle”.
Critica que con la gestión del alcalde Alfonso Martínez Alcázar, quien repite en el cargo para el periodo 2021-2024, luego de haber gobernado en el trienio del 2015 al 2018, el proceso de peatonalización de las calles Zaragoza y Nigromante en el primer cuadro no generó sino el deterioro urbano de la zona, incluidas inundaciones que no se habían visto en calles como Antonio Alzate, los portales Allende y Matamoros e incluso alcanzan al inmueble del Museo Regional Michoacano y al antiguo Palacio de Justicia. “Arreglaron un tramo del Cinepolis (Plaza Morelia), para lo del Festival (Internacional de Cine), en la calle Santiago Tapia, que nunca hubiéramos imaginado que se inundaría (…), eso como consecuencia de que debe haber un problema de drenajes”, incluso sin mantenimiento, y que con las lluvias impiden su flujo.
En suma, “en los último 30 años a las autoridades no les ha importado la conservación habitacional”, en contra de la vocación de la ciudad, “que es una ciudad de estudiantes”, defiende al invocar la importancia económica y comercial de este sector en la ciudad. Tendría que haber interés de las autoridades “en sus tres niveles”, reitera, para que la pérdida de inmuebles por cambio de uso del suelo “por lo menos no sea tan acelerada, que la pérdida arquitectónica sea menor”.
Entre cohetones y contaminación lumínica
Suma a estos factores, el programa de iluminación que cada fin de semana se realiza en la Catedral moreliana. La cantidad de pólvora que se utiliza, que supone en más de cien cohetones por cada función, lastima, daña a la cantera, sobre todo por otro tipo de cohetería utilizada, que “serpentea” por los muros del edificio y “raspa” torres y fachadas.
“Más tarde que temprano, si no es que ya lo esté generando, va a provocar daños en la cantería, que es un material tan suave, no es una piedra dura”, aduce y pide a los tres niveles de gobierno en que “habemos morelianos que no estamos de acuerdo con ese espectáculo”.
Insiste en la falta de reglamentación tanto en este programa de iluminación, como el tipo de comercio permitido en el Centro Histórico, como el de los vendedores de globos que además ya venden alimento para palomas y con ello propicia que la gente contribuya al deterioro de monumentos, ya que el excremento de las palomas es dañino para las fachadas de los edificios históricos, que en su mayoría permanecen desprotegidos, sin el uso de una malla protectora.
Critica igual los empeños del INAH por una pretendida restauración en inmuebles, como en el caso del Palacio de Gobierno, en el que señala que se recubrió el edificio en su fachada, pero se eliminó la “pátina del tiempo” con cincel y martillo, lo que a su juicio degrada un elemento o rasgo histórico que no debe eliminarse en los inmuebles, por ser justo el que le da el carácter como tal a través del tiempo.
Nuevas vandalizaciones sobre inmuebles
Sánchez Reyna reconoce que el tema es difícil de responder” y se muestra sorprendido de que en los últimos años, más allá de las pintas que “tradicionalmente” se plasmaban sobre los muros de edificios y que en su mayoría se atribuían a moradores de las casas del estudiante de la Universidad Michoacana o al movimiento normalista, ahora las feministas contribuyan al fenómeno.
Se cuestiona, sobre el actuar de las colectivas con pintas y destrozos a los inmuebles. “¿Por qué esa agresión al patrimonio?, y es un fenómeno mundial, no es un fenómeno local. Es lastimoso ver el Hemiciclo a Juárez (en la capital del país), caray, si es una joya del arte mexicano, ¿por qué ir en contra de ella, en una manera un tanto absurda de manifestarse?”.
Alude a la puerta “semidestruida” de Palacio de Gobierno, que ha soportado embates y presenta una estructura ya dañada, incluso con intentos de incendio. “Con el golpeteo que le han dado se han perdido ciertos tableros, restaurar una obra de esa naturaleza debe ser muy costoso porque hay que desmontar la puerta, desarmarla”.
“No sé, la autoridad, qué medidas vaya a tomar al respecto de aquí en adelante. Es una cuestión bastante difícil de responder, pero si debemos estar alertas”, opina, además de proponer que se dialogue con las feministas en torno al derecho “que termina cuando empieza el de nosotros”.