Por Alejandro Cervantes Avilés
El poeta latino Ovidio (43 a. C. – 17 d. C.), menciona en su obra Las metamorfosis, la descripción de un incidente sobrenatural, el acto ocurre en un lugar denominado Arcadia, el rey de ese lugar llamado Licaón, quien en un intento de irrespetar y engatusar la divinidad del dios Zeus, lo invita a comer y para burlar los poderes omniscientes del divino personaje, le sirve un plato confeccionado con la carne de su propio hijo, esperando que el personaje lo consuma y de esta manera causarle una burlesca humillación. Por esa malvada y ventajosa acción, el personaje es castigado por el principal habitante del Olimpo, convirtiéndolo en un lobo rabioso. Esta es una de las primeras menciones de la licantropía en la cultura occidental. A lo largo del tiempo, el pensamiento mágico de la humanidad ha encontrado explicaciones rebuscadas a muchos eventos naturales que aparentemente no tienen explicación. Por ejemplo, cómo explicar una condición o enfermedad mental con comportamientos aberrantes en la antigüedad o que los individuos cedieran ante la intensidad de los deseos provocados por el desbordamiento de los instintos, solo atribuyéndola a un acto mágico o de maldición sobrenatural, que propiciaba una transformación bestial. Miles de crónicas de estos sucesos se replicaron a partir de la historia de nuestra civilización en diferentes eras y geografías.
El horror en el panorama hollywoodense, fue apuntalado como genero por los Estudios Universal y en individual presencia por el eminente actor Lon Chaney (1883-1930), quien con su facultad de la transformación facial, por su alta maestría en el maquillaje y el uso de “protesis”, fue conocido con el mote: el hombre de las mil caras.
Fue el 13 de mayo de 1935, cuando los mencionados estudios cinematográficos aumentaron su repertorio de horrorosos personajes presentando la cinta que “inaugura” la presencia del licántropo o el lobo humano en el celuloide. Correspondió al realizador Stuart Walker (1888-1941), ser el introductor de esta inquietante presencia a las oscuras posibilidades fantásticas de la fábrica de sueños (y en este caso de pesadillas), cuando presenta la cinta El lobo humano de Londres (Werewolf of London).
La trama de la cinta, narra la trágica circunstancia del reconocido científico e investigador botánico Wilfred Glendon (Henry Hull), quien se traslada hasta los ventisqueros paisajes del Tíbet, para encontrar una extraña flor que solo tiene un cortísimo periodo de vida. En su ascenso a una cumbre y después de localizar el objeto de su búsqueda, la extraña flor llamada Mariphasa, es agredido por una figura humanoide que hunde sus colmillos en su humanidad. Más tarde el noble hombre, reacciona recuperando el sentido, cuando es atendido en su campamento. Regresa a su natal Londres y tiempo después, al haber noches de luna llena, en la capital inglesa comienzan a ocurrir una serie de violentos homicidios, que las autoridades creen que son cometidos por una extraña bestia. Es el caso, que después de que se perpetran estos crímenes, el mencionado personaje, despierta con una extraña resaca y remordimientos, hasta que tiempo después, descubre que él es la causa de esa conmoción. El clímax de la obra es fantástico y como lo dicta la fórmula del género, el monstruo es exterminado. El gran mérito de esta obra fue el fantástico trabajo que se hizo en el rubro del maquillaje, que fue de la autoría de Jack Pierce (1889-1968) y del autor de efectos especiales John P. Fulton (1902-1966), quienes con sus artísticas habilidades y de manera puramente artesanal, logran una gran atmosfera de lúgubre misterio en la citada obra. Además de que tuvo la participación actoral de Warner Oland, Valerie Hobson, Lester Matthews, entre otros y fue basada en la idea del escritor John Colton.
En honor a la verdad, la primera cinta que inauguró este género fue un cortometraje titulado El lobo humano (The Wolfman), pieza de 1913 y dirigida por Henry MacRae (1876-1944) y producida por los mismos estudios. La obra tenía 18 minutos de duración y en ella se desarrollaba la anécdota de una mujer nativa norteamericana, de la tribu o nación Navajo, que tenía el poder de transformarse en lobo, lamentablemente los negativos originales han desaparecido consumidos en un incendio en el año de 1924 en la bodega de materiales del citado estudio. Las grandes pérdidas del Séptimo Arte.
El caso es que se cumplen 90 maños de la aparición efectiva de la creatura del licántropo en el cine de todas latitudes. Presencia que en determinados periodos, se sigue renovando, lo que es una cualidad de la flexibilidad del cine y sus ecos.
Aejandro Cervantes Avilés. Moreliano, cinefilo consciente de tiempo completo. A calaborado en espacios escritos y electrónicos locales y regionales, divulgando la historia y circunstancia del séptimo arte.