Darán mantenimiento, remozarán y restaurarán el Callejón del Romance, espacio público que fue construido en el siglo XIX, y que por muchos años fue la calle e la que habitaron 19 familias de obreros de una fábrica de jabón. Este espacio público ha iniciado con su intervención y que además ha sido abalada por el Instituto Nacional de Antropología (INAH), informó en redes sociales el Gerente del Centro Histórico, Gaspar Hernández Razo.
De acuerdo con el funcionario público son 14 las jardineras que se encuentran en todo el corredor de este espacuio y que se desmontarán cuidadosamente para ponerles impermeabilizante y volverlas a colocar. Además de remozar dos fuentes que se encuentran en la entrada que da a la calle 20 de noviembre y que tienen forma de pescado, en donde se repondrá la cola de una figurilla. También recibe ya mantenimiento la fuente del fondo que por mucho tiempo no se ha remozado.
Estas rehabilitaciones se logran gracias a las peticiones de los vecinos del Centro Histórico de Morelia, además de ser un espacio emblemático para la ciudadanía también lo es para los turistas.
Este pequeño callejón fue construido a finales del siglo XIX. Primero se llamó ‘Callejón de la Bolsa’ y después ‘Callejón del Socialismo’.
Cuenta la historia que este espacio también fue el paso de los vendedores de leche y carbón para ofrecer sus productos en este trayecto, pero también se hospedaban en las casas que la rodean. Fue la primera calle de Morelia que tuvo agua potable.
El Callejón del Romance está asociado a Don Lucas Ortiz, un poeta moreliano nacido en 1904, debido a que por lo largo de la calle puede leerse en sus muros algunos versos el poema “Romance de mi Ciudad”, y por el cual se le dio el nombre de Callejón del Romance.
Un mito urbano dice que si escribes tu nombre y el de tu amado o amada en un listón rojo y los pones en un candado en este callejón del romance su amor durará por siempre.
El Callejón del Romance se encuentra entre las calles 20 de noviembre y Calzada Madero
Romance de mi ciudad
Don Lucas Ortíz
¡Romance de mi ciudad,
bañado con agua zarca,
para endulzarte, en los patios
reventaron las granadas!
En la iglesia de San Diego
se bautiza la alborada
y por “volo” distribuyen
cantos de paz, las campanas.
Puñados de niebla joven
en camelinas de gasa;
floripondios que vacían
blancuras en la mañana;
Sabor hay de gelatinas
por calles recién regadas;
el sol entra en la ciudad,
rodando por la Calzada.
Portales donde se esconden
el amor en raya de agua
de papel con filo de oro
y dos palomitas castas,
Olor de la fruta de horno
junto a las ollas de horchata,
requiebros del membrillate
a la desnuda cocada.
¡Rosa plegaria de piedra
que levanta entre dos plazas
secular clamor del hombre,
trocado en torres ufanas!
(Contra los ágiles muros,
héroes forjaron la Patria.
Los muros fueron el yunque
y los martillos, las balas).
Plaza de Armas rumorosa
en noches de serenata,
cuando vueltas y más vueltas
dan mis garbosas paisanas,
Regando luengos adioses
para envolver al que pasa.
En la miel de los buñuelos
prendida quedo mi infancia
y mi juventud quedóse
de respaldo en una banca,
latiendo en un corazón
grabado con mi navaja,
entre corona de espinas
y flechas atravesadas.
Por el Jardín de las Rosas
todas las rejas son blandas,
porque estudiantes sin libros,
fácilmente las apartan.
La Pila de San José
tiene las huellas grabadas
de labios de normalistas,
que bebieron en sus aguas
querencias de tiempos mozos
y púberes esperanzas.
Se eleva San Agustín
y San Francisco se baja,
los dos esconden la gula
en las mangas de su saya.
Subió la Santa María
a ver la ciudad amada
y en la loma se quedó
para siempre a contemplarla;
cestas de frutas le suben,
en agosto las muchachas.
Añoso bosque de fresnos
donde la virtud naufraga.
El portero celestial
en jardinero se cambia,
el Santo planta los lirios
y Satanás los arranca…
En la plaza de Carrillo
la feria nunca se acaba;
el corazón y la muerte
se enamoran en “las tablas”,
mientras la muerte se ríe,
el corazón se desangra.
Móvil pista de colores,
fijos pegasos de infancia
en que los charros se suben
para aniñarse del alma,
charros de tierra caliente
que su valor aquilatan
perdiendo la vida a locas,
porque en las cuerdas del arpa
vibre un corrido que diga
junto a sus nombres, su fama.
Callecita del Pichel,
por allá en la Soterraña,
tus gallos, gola de iris,
clausuraron sus gargantas,
porque otros gallos implumes
despertaron a las damas.
¡Ay, ciudad de mis recuerdos!
¡Oh, capital michoacana!
¡Si se murieran las rosas,
otras rosas te quedaran;
las rosas de tus mujeres
de belleza no igualada,
que rezan a San Antonio
y besan en las ventanas!
¡Romance de mi ciudad,
bañado con agua zarca,
para endulzarte, en los patios
reventaron las granadas!