Antonio H. Vargas
Quien monta en bici es mi amigo.
Gary Fisher
A la memoria de Edilberto Pérez
- Ciclismo de montaña
La escena es la siguiente al llegar a la cima del cerro: el corazón a tope de palpitaciones, el oxígeno escaso, dando bocanadas para poder recuperarme, el cuerpo bañado en sudor y escurriendo por el rostro como una cascada, los ojos lagrimosos por el polvo y el esfuerzo, pero también por una especie de alegría por montar la bicicleta de montaña.
El aroma es exquisito: huele a naturaleza, a tierra; los árboles oscilan con sus copas y el viento libera su fragancia. Por un momento contemplo ese espectáculo y me veo pequeño, el ser más pequeño del universo, pero siento como si sin mí este universo no funcionara. El agua sabe a agua, los pájaros trinan y la danza de árboles más el viento; el corazón se convierte en una sinfonía, pero ésta se interrumpe de golpe cuando una tosca voz pregunta: “¿Aquí es el mirador?”. Regreso abruptamente a la realidad
Esta podría ser la experiencia de cualquiera que en un momento de su vida haya decidido hacer ciclismo de montaña. Existen variantes dependiendo de la geografía, pero el sentimiento es semejante: contemplar el infinito, la espesura del bosque, sus bifurcaciones.
Y es que el ciclismo de montaña, por sus siglas en inglés MTB (Mountain Bike), es un deporte que se ha hecho frecuente por la adrenalina y los sitios a los que se llega, por salud y por convivencia.
- En busca de los orígenes
Originalmente, el ciclismo de montaña surge al norte de California, a finales de los 70, con gente inquieta en busca de caminos no pavimentados que se adapten al modo de andar en bici. Es Gary Fisher, un vendedor de bicicletas, quien hace modificaciones para que éstas sean funcionales en ascenso y descenso de montañas.
Las bicis de la época (que no fueran de carreras) tenían llantas angostas y una sola velocidad. Fisher se da cuenta que cambiando eso se podía subir y bajar con mayor estabilidad y tracción. Así comienza un nuevo capítulo en la ingeniería de las bicis.
En la actualidad, hay una amplia investigación biomecánica que ha creado nuevas ramas, volviendo el ciclismo más especializado y sus bicicletas cada vez más aptas. Algunas de las disciplinas del MTB son las siguientes:
BTT (Bicicleta Todo Terreno)
XC (Cross Country)
XCO (Cross Country Olímpico)
XCR (Cross Country Team Relay)
XCE (Cross Country Eliminator)
XCM (Cross Country Marathon)
AM (All Mountain o Enduro)
DH (Downhill o Descenso)
4X (Four Cross)
En alguna ocasión, después de una larga rodada, cerveza o mezcal en la mano, pregunté a mis compañeros ciclistas quién había iniciado esto en la ciudad, cuándo, dónde, por qué, etcétera. En el momento no hubo respuesta, pero de ahí surgió la idea de recopilar información sobre el MTB en Morelia. Es importante documentar estos pequeños detalles para saber los orígenes.
La curiosidad arrojó algunos datos preguntando a personas que tienen mucho más tiempo que yo sobre la bicla de montaña: este deporte llega a Morelia a finales de los 80 y principios de los 90 (época muy caótica por las cuestiones históricas: Salinas, el EZLN [Ejército Zapatista de Liberación Nacional], la devaluación del peso y un largo etcétera).
Existían entonces dos grupos: Karatani y Cerro Bike. Algunos de los integrantes pioneros son Guillermo “Memo” Montes, Ricardo López, Virgilio Galván o el Dr. Fortino. Pido una disculpa por quienes falten, pero se trata apenas del inicio de una investigación más amplia. Si usted, lector, tiene información, sería de mucha ayuda; puede contactarnos por este medio.
- El XC como terapia
Mi experiencia en el Cross Country ha sido muy ambigua. Llegué a esta práctica por invitación y terapia: venía saliendo de un accidente y el traumatólogo que me atendía me recomendó este deporte para adquirir movilidad más rápido por mis lesiones.
Al principio fue un poco incómodo: no tenía la bicicleta ni la condición propicia, pero aun así asistía a las rodadas. Quería sanar pronto. En cada itinerario fui conociendo algo diferente, algo que está siempre ahí pero no era visible.
Comencé a disfrutar las salidas dominicales; eran un desestrés de mi vida rutinaria entre hospital, trabajo y casa. Esperaba con ansia los domingos para poder montar mi bici y disfrutar la naturaleza. Las prácticas cada vez eran más constantes. Un sinfín de personas, caminos y lugares aparecieron.
Supe que, aun con una lesión grave en la mano izquierda, los límites los ponía yo; supe también que podía hacer las cosas.
Recuerdo el primer “reto” Morelia-Pátzcuaro de 70 kilómetros a través del cerro: era algo maravilloso ver tanta gente en bici, una emoción que presagiaba buenos augurios.
La euforia se apoderó de mí: en una de las subidas más difíciles y largas que he hecho en mi vida (16 kilómetros), de Acuitzio a Condémbaro, no me bajé ni un instante de la bici. Sentía fuego en las piernas, el corazón en la garganta, pero por orgullo no me bajaría. Me lo prometí. La mente iba en el cielo.
Ya en la cima nos hidratamos y comimos algo para recuperar las calorías y los minerales perdidos. Me sorprendió darme cuenta de que en ese momento los alimentos tenían un sabor peculiar, diferente al del resto de comidas.
En la bajada me caí dos veces, pero no importaba; cuando vas explorando el mundo sabes que ésas son las consecuencias. No hay más que asumirlas.
Coda
Andar en bicicleta por el cerro es una experiencia, podría decirse, estética, ya que los sentidos se agudizan y las maravillas de la naturaleza se nos muestran en la contemplación.
La distancia que se recorre para ir de un punto a otro (aunque sea un circuito), las irregularidades del terreno, la geografía y el clima, incluso las dificultades técnicas que una bicicleta puede ocasionar, todo influye en la experiencia. Si se trata de una rodada nocturna, cambia por entero su signo.
Pero ya sea de noche o de día, andar en bici se parece a ese fragmento de “El jardín de los senderos que se bifurcan” que dice: “Esa trama de tiempos que se aproximan, se bifurcan, se cortan o que secularmente se ignoran, abarca todas las posibilidades. No existimos en la mayoría de esos tiempos; en algunos existe usted y no yo; en otros, yo, no usted; en otros, los dos”.