Somos lo que somos,
Aunque no comprendes,
Unos mexicanos
Que controlan el machete
Control Machete
Por Antonio H. Vargas
Cuando me enseñaron a montar en bici —específicamente en una bmx—, me molestaban porque una vecina, Mayra, más grande, ya sabía andar en bicicleta: tenía cinco o seis años y mis hermanos me decían que cómo era posible que una niña supiera y yo no. Los amigos de mi padre, de oficio albañiles, herreros, electricistas, algunos plomeros y Don Mendoza —el ferretero de la cuadra—, también se movían en bicis. Eran otras épocas, se aprendía y se hablaba sin contemplaciones, sin delicadeza alguna. Fue mi primera experiencia sobre la bicicleta; desde entonces, no ha vuelto a abandonar el escenario de mi vida.
A los quince años, con el dinero ganado en la carpintería, compré mi propia bici: una herramienta divertida que, además, acortaba distancias y tiempos. Hasta la prepa iba en bicicleta. Ponía algún álbum en el discman. Tenía tres discos predilectos: el Unplugged de Nirvana, Dónde jugarán las niñas de Molotov y Artillería pesada de Control Machete (eran originales, pues había más piratas, así como los novedosos mp3). La cuestión es que la música conducía mis vueltas en baika.
En la licenciatura no usé tanto la bici; la distancia era mayor y no ayudaba el horario: entraba a las dos de la tarde, salía a las nueve; iba en transporte público; y, sin embargo, varios en la Facultad de Filosofía llegábamos en bici. En ese entonces no se aseguraban con cadenas, no había bicipuerto: las bicis se dejaban en la puerta, arrumbadas. Nosotros, que nos llevábamos pesado, le escondíamos la bici al compañero, la subíamos a los árboles, atorándola en las ramas con el rin y los rayos. Las bicicletas colgaban de la parte más alta gracias a que el conserje nos facilitaba una escalera. Eran horas de risas. La víctima de turno debía buscar la forma de bajar su bici. Años maravillosos.
Luego vino el matrimonio. Hubo bici, aunque de otra forma: con un niño recién nacido y responsabilidades, andar en bicicleta se complicó. En 2015 tuve un accidente que resultó en la amputación del dedo índice de mi mano izquierda y en la reconstrucción de los demás dedos. Fue una recuperación larga y dolorosa. El accidente me hizo perder un 70 por ciento de la movilidad de la mano. La fisioterapia fue crucial.
Un amigo de la facultad nos invitó a hacer bici de montaña. Realmente no entendía del tema. La bicicleta me había acompañado de manera urbana; conocía la ciudad, me gustaba, pero bici de montaña no había practicado. Tuve mis dudas. El cerro impone. Una vez me perdí en La Malinche y de esa experiencia me quedó el respeto; al igual que Borges, considero que el cerro es un jardín de senderos que se bifurcan. Aun así, decidí ir con Hans y Mercé. ¿Qué podía pasar?
La primera experiencia en el cerro no fue del todo grata. Tenía miedo y sin la condición física para subir ni una bicicleta apta, el dolor de la mano izquierda se tornaba decisivo; era la que usaba para frenar y aún no terminaba la rehabilitación. Pero como sucede en los cuentos: uno va a encontrar una liberación desconocida, de la que todavía nada se sabe y que, sin embargo, cicatriza las heridas. Empecé a buscar senderos y brechas, a reconocer poblados y comunidades, a saber dónde venden mezcal y, lo más importante, a beber y relacionarse con personas que comparten la misma pasión. Surgió así Bike Love Bertha, un juego de palabras con la frase coloquial “ya Bailó Bertha”, que posee un sinfín de significados. Uno de ellos: algo anda mal, pero muy mal, y nosotros no éramos la excepción.
Bike Love Bertha se conformó como un grupo de amigos egresados de la Facultad de Filosofía, más una doctora. Empecé a agarrarle sabor al MTB (Mountain Bike). Ya tenía más condición y una mejor bici, conocía más senderos y los recorría sin temor a perderme. Comencé a conocer personas de otros grupos. Me invitaron a salir con ellos. Fui desarrollando una cierta agilidad para escalar sobre la bici. Perdóneme la modestia: soy bueno subiendo cerros.
La gente
Lo mejor de los recorridos en bici es la gente. No sólo se comparten pasión y gustos: pasión por la bici y gusto por el mezcal o la cerveza, también se habla de la experiencia del día y de la ruta. He conocido a muchas personas sobre la bicicleta, dignas de alta estima.
Pronto transcurrieron nueve años desde que Hans nos invitara a rodar al cerro por vez primera; él ya no rueda, pero por esa invitación estamos aquí.
En toda actividad humana hay cambios, los optimistas dirán que es una incesante evolución; para fines prácticos, hablaremos de “cambios”, sin entrar en controversias. En los últimos dos años empecé a conocer y a practicar diferentes estilos de Mountain Bike; por ejemplo, el XC: Cross Country, que consiste en subirse a la bici todo el día con el afán de lograr muchos kilómetros en brecha, carretera o llano; pero, principalmente, en montaña, donde el tipo de terreno no presenta dificultades técnicas, aun cuando haya mucha subida.
Hace dos años inicié a rodar con Deivid Campo y a practicar otros estilos de bici de montaña, tales como el Enduro, el Down Hill y algunos brincos fáciles, en los cuales infinidad de veces me caí, es decir, un poquito de Free Ride. Obviamente, me percaté de que no eran sencillos: requieren práctica continua, concentración y buena condición física; el objetivo de esos estilos de mtb es el descenso del cerro, sorteando una serie de obstáculos en el menor tiempo posible; pero bajar, hay que decirlo, también cansa, y uno debe labrar un espíritu indómito y de valor, pues las caídas y lesiones no son poco frecuentes.
En este lapso de tiempo hicimos modificaciones y reparaciones a varios segmentos de pistas en La Campiña (sucesión de cerros donde al sur de Morelia, en la Tenencia Morelos); ahí observé y aprendí los principios básicos del trazado de trails, hacer rampas no muy grandes. Ahora hablaré de lo que corresponde. Tras este recorrido de mi relación con la bici, aterrizo en el Proyecto Macondo.
¿Cómo surgen las Meditaciones de machete y azadón?
Meditaciones de machete y azadón surge precisamente de la búsqueda, trazo y talacha de un sendero que une dos lugares. Hace tiempo, con un grupo de amigos, buscamos ese sendero para celebrar cinco años de La Bichi. El proyecto quedó inconcluso. Sabiendo trazar trails y tras mirar algunos videos de YouTube me aventuré a caminar en pos del sendero. Debo de confesar que en esas caminatas aparecían paisajes sublimes que rayaban en lo siniestro: eso gusta y simultáneamente atemoriza, hay una innegable conexión entre la conciencia y la naturaleza, un yo interiorizado.
Una vez el trazo estuvo listo comenzaron las labores de señalamiento y arranque de la talacha; esto es: comenzar a trabajar y a limpiar el terreno con herramientas básicas y rudimentarias, como el azadón, el machete, el talacho, el rastrillo serrote o la pala; cabe decir, pura herramienta manual. Precisamente en ese momento llegó a mi mente una reflexión; primeramente de forma negativa: bajo la inclemencia del sol y de la lluvia asomaba la pereza de mi yo, diciéndome: “¿Cabrón, qué estamos haciendo? ¿Realmente queremos estar aquí expuestos al sol y a la lluvia, al piquete de algún insecto? Vamos por una caguama; de todos modos hay otras pistas”. La argumentación era convincente. Y, no obstante, mi yo pensante o el poético, aunque lo duden tengo una Licenciatura en Filosofía, me dijo: “El otro tiene razón, pero no es así; hay que reformular las preguntas y justificar nuestro estar aquí (en Macondo). Hay una erosión que crecerá, además algunas plantas e insectos migrarán con el tránsito de bicicletas, runners, senderistas. Algo puedes hacer para contribuir a que no sea tan severa”. Justo aquí es donde la maquinaria del pensamiento se puso en modo creativo, es decir, se puso a resolver. Se planeó y gestionó una reforestación. Ya se llevó a cabo. También se planteó la posibilidad de un diálogo interdisciplinario para abordar temas relacionados a la salud, la ecología, la economía, las leyes y la literatura. Todo esto con una temática común: el Trail Macondo.
Ejes
Meditaciones de machete y azadón tiene cuatro ejes fundamentales:
- A) Salud (médico y psicológico).
- B) Biológico-económico.
- C) Recreativo-literario.
- D) Agrario.
En el inciso A se tratan temas vinculados a la salud: la importancia de practicar actividades a campo abierto, en este caso en el cerro, sea en bici, corriendo o caminando y cómo éstas benefician al cuerpo y a la mente, hay un bien-estar corporal-mente hablando. Los procesos químicos del cuerpo disminuyen los niveles de estrés y frustración, y con la mente despejada y el cuerpo relajado se puede entrar en contacto directo con la naturaleza y sentirse parte de ella. Otro contenido de este apartado se relaciona con los accidentes, caídas, funciones cardiovasculares, mordeduras o piquetes de algún animal y cómo responder en caso de alguna de estas eventualidades.
El inciso B aborda temas ecológicos en torno a la erosión a causa de hacer una línea para bicicletas y personas (corriendo y caminado), así como los posibles perjuicios para el cerro y su habitad, sin olvidarse de la contaminación, todo pensando de forma micro y enfocándose en esa área específica, en que se analiza la huella de carbono producida por la producción de bicicletas a nivel mundial. Esto se liga a temas económicos: el Producto Interior Bruto (pib) de países, ganancias, monopolios, costos (principalmente en pandemia) a usuarios, etcétera. Andar en bici tiene una serie de beneficios, pero no hay que ser ingenuos: el 80 por ciento de la producción masiva mundial de bicicletas se concentra en sólo tres compañías y la huella de carbono es considerable.
El inciso C se enfoca en temas literarios y recreativos. Para muchos de nosotros andar en bici es un acto de diversión y exploración de sitios ignotos, cerca de la ciudad. De literatura hay una vasta selección de autores que tocan desde diferentes perspectivas el ciclismo. La bici y la literatura son una forma de vivir el mundo, situarse en lugares insospechados y maravillosos. Decidimos nombrar este trail como Macondo en homenaje a la literatura fantástica y a Gabriel García Márquez, quien nos lleva por Cien años de soledad a conocer las entrañas de un pueblo donde pasa de todo.
El inciso D se cenra en la importancia de conocer algunas leyes en materia agraria y penal, toda vez que el trail se ubica en un terreno ejidatario de la Tenencia Morelos del municipio de Morelia. Debe mencionarse que se solicitó el permiso de los Ejidatarios para trabajar y transitar por esta área, a fin de evitar conflictos. Hay poco conocimiento jurídico por parte de la mayoría de las personas que transitamos por el cerro, creyendo que éste es libre, pero existen formas de posesión diversas de la de la propiedad privada; una de ellas es la ejidal, además de que si hay una invasión de terrenos sin límites específicos, uno puede ser sujeto de denuncia o demanda civil, según sea el caso.
Por todo lo anterior surge y se desarrolla Meditaciones de machete y azadón, un diálogo interdisciplinario en torno al Trail Macondo y sus cuatro ejes. Ahora bien, se decidió nombrar estas Meditaciones así porque en la construcción del segmento de cerro machete y azadón fueron las principales herramientas, las cuales han servido para la labranza campesina durante mucho tiempo. La importancia del machete y del azadón también puede considerarse desde un sector poblacional que vive o ha vivido marginalmente: se trata de un instrumento para sembrar, pero asimismo es arma de defensa y de reclamo de derechos.
Consideramos el machete y el azadón desde una perspectiva metafórica, es decir, como herramienta y arma ideológica para pensar y dialogar.
La invitación del Colectivo Existenciales MTB es para generar conciencia en los cuatro diferentes ejes planteados, para aventurarse al cerro y perderse en su espesura y encanto. Invitamos a ser cerro, andar en cerro, a estar en contacto con la naturaleza que nos beneficia como humanos y abre una serie de posibilidades insospechada; en suma, a acceder al cerro del modo que uno crea más conveniente: en bici, corriendo o caminando. Hay cuestiones que limitan a las personas en la vida de la ciudad; hay ruido y uno puede hacer ejercicio para regresar a ese lado salvaje, siempre a punto de quedar domesticado de manera irreversible. Hay que negarse a ello y hay que salir de la cotidianeidad.